Un pulsioxímetro es una herramienta que se utiliza mucho en el ámbito de la salud para poder medir ciertas anomalías que se puedan producir en un determinado paciente. Estos aparatos miden la saturación de oxígeno de la sangre, así como la frecuencia cardiaca.
Si la saturación está por debajo del 95%, el facultativo interpretará como que hay algo que no funciona de la forma en la que debería y, por esta razón, realizará más pruebas médicas para poder comprobar la naturaleza del problema.
En el mercado podemos encontrar desde pulsioxímetros estándar, hasta infantiles.
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Tamaño: La diferencia principal que existe entre ellos es el tamaño; esto lo podremos comprobar directamente en el canal en el que se introduce el dedo para que podamos hacer la medición. En el caso de los niños, este canal será mucho más pequeño, para ajustarse mejor a los dedos. Para funcionar, el aparato es capaz de emitir unos pulsos de luz LED; si un niño usa un pulsioxímetro de un adulto, entrará luz del exterior, lo que hará que la precisión de la medición disminuya en exceso.
Peso y edad: Un pulsioxímetro infantil está pensado para ser usado desde los 2-3 años hasta los 12 años aproximadamente, momento en el que es posible que ya puedan empezar a usar los de adultos. Además, el peso puede oscilar desde los 25 hasta los 30 kg.
Estética: Ya sabemos que los niños no lo pasan especialmente bien cuando van al médico y, por esta razón, cualquier pequeño detalle cuenta para evitar que se traumaticen durante el proceso. Es por esta razón, por lo que los pulsioxímetros infantiles suelen ser mucho más estéticos, con colores de lo más especiales y con ciertos detalles en su estructura que los harán mucho más vistosos.
Ahora que ya conoces sus principales características, te hemos preparado una pequeña guía en dónde descubrirás algunos criterios clave para hacer la compra.
–Peso: Aunque ya hemos hablando de que el peso de un pulsioxímetro infantil es más reducido que el de un adulto (estos suelen pesar menos de 50 gramos), este valor puede ser muy variable. Elige uno que pese lo mínimo posible, pero que no se sacrifique su calidad en ningún momento.
–Pantalla LED: Los modelos más actuales disponen de un indicador LED que avisará al usuario en el momento en el que la pila se descargue o cuando la batería se está empezando a agotar. En la pantalla también nos aparecerá el resultado de las mediciones, a un mayor o menor tamaño, con una mejor o peor nitidez. Existen algunos modelos cuyas pantallas se pueden ir rotando en base a la postura de visualización.
–Sistema de alimentación: Por otra parte, existen algunos modelos que funcionan a pilas, mientras que hay otros que reciben la carga directamente de la toma de corriente. Una vez que hayamos sopesado pros y contras, nos daremos cuenta de que resultarán mucho más cómodos los modelos que funcionen con pilas… aunque bien es cierto que la elección dependerá de lo que busquemos.
–Alarma: Te recomendamos que te hagas con un pulsioxímetro infantil que disponga de alarmas sonoras o visuales; de esta forma, si los valores de saturación o de tensión son algo elevados, el aparato nos lo indicará, y podremos ir al médico de forma inmediata. Esto es muy práctico porque no hará falta que estemos recordando los valores tolerables.
–Función de autoapagado: Esta función está comprendida en prácticamente todos los modelos; de esta manera, en el momento en el que hayamos terminado de usarlos, se apagarán evitando que la batería se pueda acabar antes. Tienen un sensor que detecta cuando no hay actividad.
–Calibrado: Algunos modelos se van desajustando cada cierto tiempo, lo que hará que se tengan que ajustar una y otra vez. Lo ideal sería comprar un aparato que no requiera de ningún tipo de mantenimiento, aunque esto te pueda costar un poco más. Son más cómodos ya que no nos tendremos que preocupar de nada.
–Precio: Cuando hayamos sopesado todos los criterios anteriores, tan solo habrá que evaluar los diferentes precios, y que estos se ajusten al presupuesto que hemos estado manejando.